Levedad.

.


- ...cómo no voy a llorar, es tan profunda esta perdida. Ya no podré acariciar la distancia, ni extrañar la lejanía… ni sentir su voz… sus profundas miradas o las mías perdidas. Está muerto... ya no hay nada que hacer.

A poca distancia observaba escuchando lo dicho, podía ver el cuerpo, también el rostro como nunca lo había contemplado. Ya no hay colores fuera de los sentidos y de pronto descubrió recordar una palabra: levedad. Ya no necesitaba afinar su mirada, ni agudizar su oído, ni proponerse tocar para creer. Su sentir era uno.

- Levedad.

- ¿Levedad? - se dijo el deudo - cómo puedo asumir esto,... nimiedad, pues nada somos.

- Levedad.

No necesitó marcharse, ni apoyar su mano en el hombro de su deudo. No necesito quedarse, ni pesar, ni consuelo, ni comprender que él era ese muerto. Levedad.

No hay comentarios.: